26 de octubre de 2012

Time is running and we can't lose












La mañana amaneció lluviosa, algo que ponía en peligro la excursión. Pero como si el destino no quisiera que perdiera la oportunidad, el tiempo mejoró y pudimos coger carretera y, no manta, pero sí cámara y lista de reproducción. La música acompañaba la brisa, y la risa. 

Al final de un camino plagado de colinas y praderas verdes, de típicas casitas bajas de Iparralde (o País Vasco francés) y de fauna doméstica variada (obejas, vacas, gallinas...), Saint-Jean-Pied-de-Port, un pueblecito con mucho encanto, nos esperaba. Recorrimos sus adoquinadas calles y disfrutamos del silencio del valle y del canto de los pájaros, en ocasiones interrumpido por el ruido de los motores de los coches. Resulta inevitable extrañar el campo, la vida rural alejada de la velocidad y el estrés de la ciudad, el olor a naturaleza, la paz. 

Las pequeñas aventuras en un viejo coche siempre son mejores con buena compañía.


Fotos: Oihane Z.M.

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