|
Las paredes azules y los colores de Chefchaouen |
|
Animalillos diversos y nieve en el Bosque de Cedros de Azrou |
|
La Garganta del Todra |
|
Kilómetros y kilómetros de carretera en parajes insólitos |
|
El valle de Ouarzazate
|
|
La mejor estancia en el oasis de Jnane Dar Diafa (Tamegroute) |
|
Atardecer en las Dunas de Tinfou |
|
Paseos al atardecer en las puertas del desierto |
|
Las puertas del Sahara |
|
Los tejados de Essaouira |
|
Una excursión a Sidi-Kaouki |
|
Vuelta a casa por Moulay Bousselham y la costa
|
Aunque siempre había querido cruzar el estrecho para conocer el continente africano, reconozco que Marruecos no era el territorio que más llamaba mi atención. Sin embargo, no fue preciso adentrarse demasiado, tan solo alcanzar la frontera de Ceuta, para que yo empezara a observarlo todo con un interés voraz, intenso, insaciable; intentando guardar en mi memoria cada rostro, cada paisaje, cada aroma y cada sonoridad (o cada silencio).
Aquel viaje, cuya idea surgió con motivo de la muerte de mi abuela como un proyecto común de "luto" resolutivo, se convirtió para mí en una experiencia espiritual, una experiencia de descubrimiento y encuentro conmigo misma y con unas de las mujeres más importantes de mi vida, mi madre y mi tía, a través del duelo por la pérdida de otra de ellas, la madre de estas y, como ya he dicho, mi yaya. No obstante, esto fue algo de lo que no devine consciente hasta tiempo después, una vez descansada de la fatiga del viaje, y tras meditar acerca de la explosión de emociones y vivencias que me habían sumido en puro paroxismo existencial. Aquel viaje, que marcaba un final, tuvo para mí en buena medida ciertas consecuencias propias de lo que se suele llamar un "viaje iniciático".
Marruecos me cautivó. Pasmada y fascinada con cada uno de los casi 3000 kilómetros de viaje, el exotismo y la diversidad de sus parajes me enamoró de un país en el que, por lo general, sus gentes tienen el don de hacerte sentir como en casa y donde la llamada a la oración resulta adictiva hasta el punto de extrañarla una vez de vuelta a la "realidad". No apto para personas demasiado escrupulosas, sobre todo según cómo viajes, Marruecos es una lección de humildad y sencillez, de vivir el presente y dejarse llevar. Y también, como siempre en cada viaje, un país que te enseña a valorar lo que uno tiene, y no tiene, y lo que uno es, y no es, mediante el reconocimiento y la estimación de lo que el "otro" es, y no es, y de lo que el "otro" tiene, y no tiene.
Mapa del recorrido
Y si has estado y quieres volver por unos minutos sin moverte del sitio, o si no has estado y quieres empezar a descubrirlo, este vídeo te ayudará en cualquiera de tus propósitos:
Hasta la próxima,
Oihane.
Fotos por: Oihane Zuazua Mármol
No hay comentarios:
Publicar un comentario